Mi esposo ha mordido la manzana
y está condenado a desearla.
Mi esposo alza la mirada
y una gran sonrisa se dibuja en su cara;
sé que piensa en ella,
o más bien, la recuerda.
Dice que la ha fotografiado de todas las formas,
pero que le gusta más retratarla mojada.
Cuando está con ella,
llega a casa de madrugada.
Él sabe que ella es de muchos,
sabe que lo espera.
En un intento por volver a ella,
me la ha presentado…
…Y al conocerla:
reí con ella, caminé con ella,
comí con ella,
me acosté con ella.
La lluvia nos sorprendió
y juntas corrimos empapadas.
Ahora soy yo quien la desea,
quien la piensa,
quien la recuerda
y quiere volver a verla.
Ahora yo también he probado de esa manzana.
A ti, New York.
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