Tócate, chico, y jadea mi nombre;
la humedad de mis labios, la textura de tus dedos.
El calor y el deseo, tan efímero, tan banal.
Fatal como el placer, insaciable como el corazón.
Mientras el pecado desnuda la razón,
le acaricia el cuello, le compone una canción.
Baila, chico, al son del amor, deja que la luna mengüe su sonrisa.
Mariposas llegaron desde Macondo a pintar de amarillo tus deseos.
Atraída por lo desconocido, mi curiosidad juega a comprenderte.
Posa tu cara entre mis piernas, mira danzar mis deseos sobre tu cama.
Besa mi sombra que muere con la noche, como muere la pasión cuando es saciada.
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