Así como Lao Tse, Gautama Siddhārtha, Platón, Hipócrates, Mahatma Gandhi, Alejandro Magno, entre muchos otros, son y serán tus amigos, yo hoy tengo el honor de llamarte mi amigo.
Querido amigo Mario Alonso:
Querido amigo Mario Alonso:
Mi abuela me ha preguntado mucho por ti, dice que le gusta escucharte hablar, trata de practicar todo lo que le has enseñado. También dice que está muy vieja para aprender o, más bien, desaprender cosas que antes se creían “verdad”.
A mi mamá le caes bien, ella procura desligar el tema religioso de tus enseñanzas, pero siento que le cuesta. Me expresa que no me deje influenciar del todo por tu forma de ver y sentir la vida, me recuerda que Dios es celoso y que solo su ley (palabra, Torah, Biblia) es la que salva.
Ley…
...su ley…
Ley…
...su ley…
La verdad es que estoy cansada de observar a Dios desde un punto de vista político. Estoy segura de que su libro escrito por hombres se ha usado para controlar a las personas. Sin embargo, me da miedo expresar mi punto de vista, me da miedo perder el temor de Dios que con tanto ahínco la religión me ha impuesto, me da miedo salirme del camino “correcto”, me da miedo traicionar a Dios.
En mis adentros entiendo que Dios es más grande que un manual.
Él tiene el poder del silencio.
Lo contemplo en el canto de las aves al despertar con el sol.
En el amor de una estrella danzando con su compañera por el universo.
En el enramado de las neuronas, casi idéntico a las conexiones de las galaxias, y hasta en los ojos de los perros.
Siento a Dios en todo, me maravillo con su creación. Sé que es ciencia y no magia.
Me han dicho que es amor, que todo lo entrega, que todo lo puede, que todo lo espera.
Estoy en el proceso de encontrar ese sentimiento. He apagado muchos focos en los cuales mi energía no se encontraba con el presente, pero no he podido concentrarme en la meditación, porque siento que estoy traicionando esa grandeza. Cuando me animo a hacerlo, mis sueños se vuelven pesadillas. Sueño con aguas negras, ríos revoltosos, perros furiosos, casi como si Dios se enojara porque le estoy fallando y no me puedo conectar. Tengo que volver a pedir perdón por mis pecados, a sentirme un mal humano, agradecer porque no merezco nada. Tengo que volver a cargar la cruz para seguir a Dios. Sin embargo, me pesa. Ya es muy pesada. Ya no la quiero, tanto como quiero vivir sin miedo.
Un día le escribí algo a tu amigo Gautama, ¿cuándo lo veas le puedes entregar esto?
Querido Siddhartha:
¿Acaso morir al yo no es lo mismo que negarse a sí mismo?
¿Acaso escapar de los placeres terrenales para encontrar luz no es igual a cargar nuestro madero para seguir a Dios?
Nuestra alma es el universo, el universo es Dios.
Si llevamos a Dios dentro, eso nos hace dioses.
Si somos dioses, ¿cómo vamos a negar esa grandeza?
Por eso agradezco tanto esta amistad, porque al encontrarte ha cambiado algo en mí. Ahora mi sentir no se puede medir ni pesar.
Entiendo que soy la expresión del gerundio y he tomado la decisión de salirme de las delimitaciones de mi mapa.
Creo firmemente que existe una realidad paralela que crea otra vida, otras leyes, otras realidades, donde Dios sigue siendo infinito, misterioso como un átomo, y desde lo más simple hasta lo más grande, él está conectado con mi existir.