Elena volvió a escribir después de ocho meses, después de un año de acumular, por primera vez en su vida, la suma de…
…Hizo brevemente el recuento visual y mental.
“Trece”, escribió.
Trece libros leídos a lo largo de doce meses y un proceso personal que la hizo reflexionar sobre tantas cosas: el amor propio, el amor en general; amor en pareja, amor de amigos, personas que se desvanecen con el tiempo, dolor, angustia, oscuridad.
“Trece libros y contando”, pensó Elena, mientras escribía:
“Trece libros, un montón de páginas, increíbles personajes, memorables historias.”
Trece libros, mucho tiempo, comprendió Elena mientras escribía:
“Mucho tiempo para reflexionar, aprender, sanar.
Mucho tiempo para conocer el amor propio, el amor, el amor en general; amor en pareja, amor de amigos, el amor en las despedidas, placer, calma, luz.”
Ella continuó escribiendo:
“Libros, procesos, que se vuelven estímulos para la mente y las hojas en blanco.
Tiempo que sana y cambia las perspectivas.
Luz para alumbrar las ideas creativas.
Y libros para seguir pensando, imaginando.
Libros, como dijo Rosa Montero: ‘Libros. Aunque no hayan escritos.’”
Y entonces se preguntó.
Pero si Rosa deja de escribir, ¿qué leeríamos?, pensó.
“¿Qué serían las familias del mundo sin una Loca de la casa?” escribió.
“¿Qué sería de su amor por los perros sin una Casa de los Espíritus?” Elena, frente a su pantalla, continuaba plasmando sus sentimientos.
“Nunca hubiera conocido a La amiga estupenda. Elena tuvo demasiado miedo.
Un mal nombre jamás se hubiera pronunciado.
La tregua en una cafetería jamás se hubiera pactado.
Elena nunca se hubiera quedado acostada, leyendo por siempre La metamorfosis.
Ella nunca, nunca, sin saber manejar, habría conducido por horas sobre la ruta 66 para descubrir que, en ciertas ocasiones de la vida, se escribe mejor a sangre fría.”
Elena meditó. Luego escribió:
“Si se deja de escribir por leer, jamás los sentimientos se repararán con injertos de páginas, minutos, tachones, dudas, certezas, palabras, verbos.
Si se deja de escribir por leer, Mary Shelley jamás habría juntado sus propias piezas literarias para, con la lectura, dar vida a quien no tiene vida.
Si se deja de escribir, el placer de desahogarse no existiría y tendríamos que gritar los sentimientos frente al filo de las cumbres borrascosas.
Hide solo sería una palabra. Jamás tendría la connotación de esconder lo perverso, lo repulsivo, lo que evitamos ver en nosotros y lo que tanto le aborrecemos al otro. Lo que no perdonamos, lo que no sanamos. Si no pudiéramos escribir, estaríamos condenados a ser un Mr. Hyde que lee desde las sombras.”
Si no pudiéramos escribir, Elena también pensó:
“Las lecturas no serían películas.”
Y eso sí que no le gustó, porque ella estaba segura de que definitivamente “el cine era más hermoso que la vida.”
Por lo que continuó tecleando con sus dedos y poniendo sobre un papel digital estas frases, estas letras:
“Sin la lectura de Killers of the Flower Moon, no hubiera sido posible la escritura de un guion. Aunque a veces los libros relatan la historia mejor, es indispensable seguir escribiendo.”
Y de repente la hoja de Elena ya no estaba en blanco.
Ella concluyó:
“Porque finalmente toda la expresión genuina del ser es arte, sea escrita, pintada, bailada, contada, cantada, leída.”
Fue ahí cuando entendió que todos tenemos un don que debe ser expresado.
Recordó todo su proceso, contó nuevamente los libros leídos: uno, dos, tres, cuatro…
…Contó el tiempo: uno, dos, tres, cuatro…
Y para finalizar escribió:
“Hoy vuelvo a escribir gracias a mi proceso personal y a las lecturas de Mi año de descanso y relajación.”
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