Cuando la incertidumbre toque a tu puerta, busca dentro de ti todas tus certezas: eso que sabes hacer tan bien, tus gustos,
tus pasiones, tus victorias, tus “jamás lo volvería a hacer” y tu “puedo con esto”. Invítala a pasar y enséñale tu fuerza interna.
Cuando la incertidumbre se siente a tu mesa, sírvele eso que a ti te hace tan especial. Bríndale ese talento que sabes que tienes.
Cuando la incertidumbre quiera quedarse un poco más, no te desesperes ni te compares con los demás. Tú has llegado hasta aquí por tus propios medios y méritos. Es lo mejor que has podido hacer hasta el momento.
Cuando la incertidumbre sea incómoda, agradécelo. Recuerda que sin incomodidad no hay crecimiento. Aprende, confía en ti
y confía en el tiempo.
Verás que la incertidumbre es superficial, está afuera. Es solo un huésped que se quedará un momento, luego se irá y te dejará de regalo confianza propia y muchas más certezas.