Un día escribí: Que la consciencia de las alturas sea mayor que la realidad.
Otro día, esto: He muerto a vos tantas veces, que morir una vez más dolerá menos por fuera.
Otro día, así super random, escribí esto también: La revolución es la expresión de la verdad.
Otro día escribí, escuchando a Mario Alonso Puig: “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo.”
Otro día volví a escribir: Estar desconectados de nosotros es estar desconectados de Dios.
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Mis frases favoritas siempre serán las que digan las personas o seres que hayan dicho cosas increíbles. Mario ha dicho cosas que en serio me han ayudado mucho en mi proceso de saber quién carajos soy y pa’ dónde voy. A veces le doy pausas por largos ratos, pero siempre vuelvo a él. Porque siempre lo necesitaré. Así como hago con Dios.
Así, como uno va y viene en los ciclos de esta vida, que a veces son estados de ánimo chimbita y a veces son estados de ánimo que ¡qué gonorrea la verdad! Pero todo eso me ha ayudado a escribir. Creo que cada vez lo hago mejor. Siento que escribir me ayuda a crear un camino personal, mi propio camino.
El camino de Juliana. Solo como Juliana. No la nieta, ni la hija, ni la esposa. La mamá, sí. Esa siempre. Eso es algo que la consciencia o la mente no puede separar, ni categorizar, etiquetar o redefinir. Si usted es mamá, ya es mamá pa’ toda la vida. Eso la va a acompañar siempre.
Pero eso es hermoso. No de una forma idealista en la que todo brilla y es perfecto, no. Sino de una forma en la que usted es la única persona de este mundo capaz de dar a luz otro ser. Ese ser se alimenta de usted. Usted es capaz de crear vida. Es la única que la naturaleza creó con el poder de hacer muchos más de su especie.
Y si a eso suma la sensibilidad que también es única en su especie, hasta un Jesús, un Buda, un Abraham, un Hitler, un Uribe, un Caín, no solo parirá, sino que también educará. Por eso pienso que ser madre es algo que ya sé que es superior al resto de la especie.
Como madre y mujer debo escribir para alumbrarme el camino que voy creando para mí y para mi hija, mientras ella necesite resguardarse en mis alas.
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Creo que nos toca más duro a las mamás porque debemos dar ejemplo de vida cuando, honestamente, no tengo idea de lo que estoy haciendo con ella. No sé si voy bien o voy mal, o solo voy como el resto de la gente afuera que uno conoce y ve que también va.
Y me siento a escribir sin idea también de lo que voy a escribir, porque en lo más personal de estas letras, lo más apegado a la realidad son ellas mismas.
Estoy sin bañarme, pero ya tendí la cama, desayuné un café y, la verdad, le pegué un plón a un porro. Eso no me hace sentir buena persona, porque recuerden que debo ser ejemplo. ¡Sé que soy una increíble persona! Solo que, dentro de mis procesos personales, ese plón me ayuda a escribir.
Pero yo escribo mejor sobria. Solo que me está doliendo tanto la realidad en estos momentos, que si lo hice, fue por puro instinto de supervivencia. Necesito sobrevivir. Necesito que la realidad no me duela adentro tanto, tanto, tanto.
Es por esa razón que recurro desesperadamente a algo que sea mejor de pilotear. Yo puedo estar horas conmigo misma dándome látigo, siendo consciente de lo que debo cambiar o pulir, aprendiendo al fin y al cabo.
Lo que no puedo es estar adentro y afuera al mismo tiempo, viviendo mis procesos internos y conviviendo con la realidad, la gente, la sociedad, lo que le importa al otro. Entendiendo que al otro la vida también le duele un montón y es así como ese dolor lo hace actuar. Porque también le duelen las cosas como me duelen a mí.
Pero el otro lo tolera diferente y lo maneja diferente a mí. Y unos pareciera que tienen tanto éxito dominando esos dolores. Los envidio tanto, a esos descarados. Los admiro tanto. ¡Los felicito! En serio.
Pero la verdad es que no puedo estar en dos partes al mismo tiempo. El problema es que eso me hace mucho daño. Porque nuevamente no estoy dando buen ejemplo. Y tengo que dar buen ejemplo. Tengo que ser una persona social, o eso es lo que dicen: que somos seres sociales y necesitamos estar afuera creando cohetes que lleguen a la luna, carros más inteligentes, la vida eterna, cómo ser rico eternamente, ser mamá y papá a la vez, ser una madre que factura, que tiene la casa limpia y a su hija bien peinada, etc. etc. etc.
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Por eso me invade la mortificación. El pánico de ver que no pasa nada en mi vida. Que no estoy haciendo nada con ella. Que no tengo un peso ahorrado. Que soy una mamá marihuanera. Que mi tiempo no es dinero. Que no soy sociable. Que no tengo tantos amigos. Que no soy exitosa. Que soy un caos.
Que soy un caos. Que en este preciso momento soy un caos.
Y así, con caos y todo, tengo que salir a enfrentar la vida. Porque supuestamente adentro se hace y afuera se vive.
Pero me cuesta. Porque siento que este es el momento de estar adentro. Lo necesito. Necesito resolver muchas cosas en mi vida. Siento que no estoy disfrutando del proceso. Siento que estoy muy confundida.
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Entonces, buscando respuestas, escribo y reviso mis escritos. ¿Por qué escribí esto? Y me acompaño en el mismo proceso. Entiendo que soy ciclos. Que unos duelen más que otros. Que este ciclo es uno de los más dolorosos.
Pero cómo he crecido. Que cada día escribo más lindo, más largo, más íntimo. Encuentro grandes frases mías que me hacen sentir que voy en mi buen camino. Porque por primera vez en mi vida siento que estoy viviendo mi propio camino.
El mío. Mi camino.
Nuevamente: no el de la hija, no el de la esposa.
Nuevamente: el de la mamá siempre. Mi camino es de vida. Soy mamá. Ella siempre estará en mi vida.
Nuevamente: el de la mamá siempre. Mi camino es de vida. Soy mamá. Ella siempre estará en mi vida.
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Y escribo, escribo y escribo. Y me voy entendiendo. Voy fortaleciendo mi voz. Esa que yo misma suprimí por tanto tiempo. Esa que dejé olvidada en un cuarto o una cama ajena.
Escribo para sacudirme la vieja piel, como cuando uno se quita una prenda del cuerpo que ya no le va más, que le pica, que le queda pequeña y le atora el pecho.
Y escribo para removerme las escamas de la piel opaca del pasado.
Y escribo para darle paso a la piel nueva. La que está hecha a mi medida. La piel con colores tornasoles. La piel que alumbra en la oscuridad. La piel más pensante, más mujer, más madre, más Juliana.
Y me doy cuenta de que escribo como un acto de reverencia, que le da la bienvenida al poder de una nueva piel.
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Perlas.
לְמַעַן שִׁמְךָ יְהוָה וְסָלַחְתָּ לַעֲוֹנִי כִּי רַבָּה הִוא
lema'an shimekha YHWH v'salachta la'avoni ki rabbah hi
Por amor de tu nombre, oh Jehová, perdona mi iniquidad, porque es grande
lema'an shimekha YHWH v'salachta la'avoni ki rabbah hi
Por amor de tu nombre, oh Jehová, perdona mi iniquidad, porque es grande
Somos humanos. Hasta el corazón de Dios cometió errores.
Y me purifiqué las manos, limpiándolas con agua que sale del cuerpo, agua con sal, como el agua del mar que purifica.
Limpié mis manos con agua bendita. Para escribir de él. De lo que siento por él. De lo que él, en toda mi vida, significa.
Limpié mis manos con agua bendita. Para escribir de él. De lo que siento por él. De lo que él, en toda mi vida, significa.
Me tenía que lavar las manos con algo precioso, delicado y fino. Algo que me dejara las manos sin pecado, sin manchas.
Me purifiqué las manos para escribir de él, con mis propias lágrimas. Lágrimas que a cántaros me brotaban, por tanto dolor acumulado en el alma.
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La sombra.
Para este escrito iba a empezar a describirme poniendo el artículo “La” y luego un adjetivo que me describiera de la forma correcta, incorrecta, exagerada, fuera de contexto y precisa de lo que puedo ser, soy y he sido.
Pero recordé que eso ya lo hizo Leila Guerriero, en su fragmento llamado El Pacto, de su libro Teoría de la gravedad. No puedo faltarle al respeto a Leila.
Así que solo me queda muy poco por decir. Porque todo ya lo dijo ella.
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Esta soy yo. Esta es mi sombra.
Reflejando todo lo que siento por dentro.
Siendo muchas a la vez, todas en una sola.
Cambiando.
Luchando para estar cómoda y desacomodándome al mismo tiempo.
Dudando de lo que siento.
Dudando del proceso.
Confiando en el proceso.
Agradeciendo el proceso.
Viendo el crecimiento.
Preguntándome cuánto he crecido.
Comparándome con los demás.
Sintiéndome orgullosa de lo que hasta ahora tengo.
Queriendo mi propio Spotlight.
Con vergüenza de entablar una conversación.
Con ganas de comerme el mundo entero.
Con miedo de salir a la calle.
Felizmente casada.
Bebiendo de una sola copa.
Llena de ideas en la cabeza.
Indisciplinada y perezosa.
Comiendo bien.
Comiendo mal.
Alimentándome de las conversaciones de esas personas que tanto admiro: Juanes, Diego y Jonathan.
Preguntándome por qué no tengo mujeres para conversar.
Recordando que tengo a Juli, a Cata, a Lina, a la otra Lina, a Nata. A mi hija y a mi mamá. Que Moni hoy, coincidencialmente, me llamó después de tantos años y hablamos horas como si el tiempo no hubiera pasado.
Siendo muchas a la vez, todas en una sola.
Cambiando.
Luchando para estar cómoda y desacomodándome al mismo tiempo.
Dudando de lo que siento.
Dudando del proceso.
Confiando en el proceso.
Agradeciendo el proceso.
Viendo el crecimiento.
Preguntándome cuánto he crecido.
Comparándome con los demás.
Sintiéndome orgullosa de lo que hasta ahora tengo.
Queriendo mi propio Spotlight.
Con vergüenza de entablar una conversación.
Con ganas de comerme el mundo entero.
Con miedo de salir a la calle.
Felizmente casada.
Bebiendo de una sola copa.
Llena de ideas en la cabeza.
Indisciplinada y perezosa.
Comiendo bien.
Comiendo mal.
Alimentándome de las conversaciones de esas personas que tanto admiro: Juanes, Diego y Jonathan.
Preguntándome por qué no tengo mujeres para conversar.
Recordando que tengo a Juli, a Cata, a Lina, a la otra Lina, a Nata. A mi hija y a mi mamá. Que Moni hoy, coincidencialmente, me llamó después de tantos años y hablamos horas como si el tiempo no hubiera pasado.
Porque como dice Bohórquez: “La amistad no necesita frecuencia”.
Y que además de esas grandes mujeres, también tengo a mi abuela. Que mi abuela me lee. Me lee de todas las formas y maneras.
Entonces, ¿por qué me siento tan sola?
Entonces, ¿por qué disfruto y sufro la soledad?
¿Por qué busco estar a solas con mi sombra?
Entonces, ¿por qué disfruto y sufro la soledad?
¿Por qué busco estar a solas con mi sombra?
Como el Ermitaño del tarot, sumergido siempre en la introspección.
Sola a medias.
Sola con una lámpara.
Porque mi sombra es el reflejo del autoconocimiento.
Sola en mi propia verdad.
Viviendo un aislamiento voluntario.
Sola en un despertar místico.
Porque mi oscuridad es quien absorbe la luz del exterior y la proyecta en letras cargadas de sentimiento.
Sola a medias.
Sola con una lámpara.
Porque mi sombra es el reflejo del autoconocimiento.
Sola en mi propia verdad.
Viviendo un aislamiento voluntario.
Sola en un despertar místico.
Porque mi oscuridad es quien absorbe la luz del exterior y la proyecta en letras cargadas de sentimiento.