¿Cómo van a definir mi hecho como algo “malvado” si la sola ocurrencia de esa idea cambió mi vida por completo? La mejoró, le dio un propósito a mi existencia, transformando mis días en pequeñas acumulaciones de victorias que gradualmente abrieron mi camino para alcanzar, al fin, una meta: mi propia meta, mi meta personal.
Cuando miro atrás y recuerdo esos tiempos, siento que fueron los mejores de mi vida. Fui feliz, y todos lo notaron. Fui libre, fluida, social, buena madre, buena esposa, buena en todo, porque tenía un rumbo fijo, un objetivo planteado, una razón para levantarme todos los días.
Y lo cumplí. Cumplí mi proyecto. Por primera vez finalicé una tarea, y lo hice tan bien, tan bien, que incluso lo que ustedes puedan categorizar como “malo”, para mí, es el premio a todo mi esfuerzo y dedicación.
Porque si no hubiera sido por esto, no habría llegado a existir para ustedes; sería solo otra en la multitud, una extra que sirve
de relleno en la vida, una persona común que pierde el tiempo mirando y soñando aparecer en las pantallas luminosas,
como lo estoy haciendo yo.
Creo que el único talento que tuve en mi vida fue mi belleza. Mi belleza física. Siempre aparenté menos edad de la que tengo,
y estéticamente, al parecer, cumplo con los cánones de belleza del momento. Por eso siento que mi fama se esparció más rápido gracias a mi apariencia angelical.
Estoy segura de que sin eso, ese hecho no hubiera sido la conmoción mediática que fue, es y seguirá siendo. Porque todos los días mueren personas, todos los días las personas son asesinadas, todos los días alguien pierde algo que tenía. Pero no todos los días una mujer bella, con ojos de perro fiel y rostro completamente armonioso, mata —o más bien, empareda vivos dentro de las paredes de su casa— a todos y cada uno de los miembros de su familia: perros, esposo, hijo.
Y con qué precisión, talento y astucia lo hice. Como si hubiera nacido para esto. Como si la falta de educación, oportunidades
y un bello cutis hubieran existido solo para que yo pudiera llevar a cabo este fin.
Y cuando lo pienso de esa forma, todo cobra sentido para mí. Incluso me atrevo a decir que este es el sentido que todos buscan en la vida. El sentido que las películas te dicen que todos los humanos tenemos. El sentido que los libros de autoayuda te invitan a buscar en ti. El sentido que le da una razón de ser a la existencia humana.
Cuando lo veo de esa manera, entiendo que este era mi propósito. Que nací para esto. Que los dioses escribieron esta misión para mí. Que todos esos años de profundo vacío valieron la pena.
Pues sí, la valió. Cada maldito minuto en esa casa. Cada abuso físico. Cada abuso psicológico. Cada desagradecimiento.
Cada traición. Cada moretón. Cada mentira. Cada sonrisa fingida ante los demás. Cada lágrima en las noches. Cada noche oscura del alma.
Valió la pena. Mis penas valieron. También sus penas y lamentos y los sonidos de rasguños dentro de las paredes. Todo valió
la pena, como un acto de expiación por sus pecados y malas conductas. Yo, como su verdugo, estoy orgullosa de decir que valió hasta mi pena de muerte.
Asumo lo que hice. Me responsabilizo de mis actos. Nunca pensé evadirlos. Pero ustedes creyeron que yo, con mi delgadez
y mi frágil figura, no sería capaz de hacer algo tan atroz, tan maquiavélico.
Tantos adjetivos con los que han calificado y encabezado los titulares de las noticias… Ustedes mismos crearon y se creyeron
la historia. Ustedes mismos tenían la necesidad de sentir esa dualidad. De pensar que una bella mujer jamás sería capaz de ejecutar ese plan. Ustedes mismos tenían la necesidad de prolongar más la noticia para enriquecer a las corporaciones
y mantener hipnotizada a la audiencia.
Ustedes mismos, hoy, luego de que yo conté todo, son los que salen a juzgar, a señalar y a satanizar algo que nunca fue de su incumbencia. Por mucho que vieran las señales en mi rostro: las marcas de abuso en mi piel, los anteojos en las reuniones, los quebrantos de salud como excusas para no asistir a las tradicionales festividades, tantas Navidades ausentes, tantos holidays enferma, solo para no mostrar las inflamaciones cutáneas, los nudillos rotos, las costillas astilladas.
Y ahora soy yo el monstruo. Ahora soy yo a quien repudian. Ahora soy yo la que les muestra un espejo en el que ustedes
se reflejan, y por eso el rechazo.
Lo entiendo. Por eso vuelvo y digo que valió la pena.
No soy ni seré nunca más una mujer hermosa y débil. Pasaré a la historia como un ser con poder. Un animal sediento de sangre. Seré las historias de terror de los niños. Seré la duda en los ojos de las mujeres enojadas. Seré un espíritu denso que atormenta los sueños a las tres de la mañana, el deseo sangriento, una idea brillante en medio de una noche oscura del alma.
Seré la pena maldita que deambula en las mentes de las mujeres maltratadas.