Inhalé con fuerza el contenido de ese plón. Pude sentir mis pulmones llenarse de humo, lo retuve por un momento y luego lo dejé salir lentamente.
Tosí un par de veces. Toser es un presagio de que sí va a haber viaje.
Me monté en esa nave más rápido de lo que esperaba. En instantes, pude sentir cómo mi consciencia cobijaba el oscuro universo, lo envolvía, lo interiorizaba. Mis instintos se agudizaron y, desde los adentros de mi propia existencia, se escuchó una voz que me preguntaba:
—¿Me amas?
Respondí: sí, te amo.
Nuevamente la voz preguntó:
—Hija mía, ¿me amas?
Respondí: sí, padre, te amo.
La voz insistió:
—¿Qué tanto me amas?
Con respeto y temor respondí:
—Aba, ¿qué quieres de mí?
Hemos tenido esta conversación tantas veces. Siempre te respondo que sí, que te elijo a ti, que te amo a ti, y…
…Sin embargo, aquí estás pidiéndome que haga sacrificios.
Sacando mis miedos a la superficie, exponiendo mi desnudez.
Haciendo que me repita una y mil veces:
¿Qué puede ser más importante que tu amor?, ¿qué es lo que estoy dispuesta a hacer por ti?, ¿quieres que vaya al monte Moriah?, ¿quieres que obedezca todo al pie de la letra?
Quizás no soy tan fiel como Abraham. Espero ver cumplidas las promesas para luego tener fe. El desierto para mí es doloroso y la purificación de su despertar hace que la responsabilidad de asumir mi propia vida se convierta en pura ansiedad.
Por años me he repetido que debo ser agradecida, pues tú, por amor a la humanidad, hiciste tu propio sacrificio y enviaste a tu hijo para salvarnos. No puedo ni imaginar qué sentiste al escucharlo decir: “Padre, ¿por qué me has abandonado?”, y aun así lo viste morir por causa de nuestros pecados. Todo ese trabajo que le encomendaste a tu hijo para beneficiarnos y merecer algo de lo que ya no estamos interesados, todo ese esfuerzo fue en vano. Hoy a Jesús nadie lo recuerda. Aquí, en la tierra que él salvó, todo es anticristo; Jesús, en estos tiempos modernos, está mal visto. Se convirtió en un fantasma de lo que jamás podremos ser, porque es más fácil para nosotros ser espirituales en un concierto de Coldplay con la cabeza llena de DMT.
Ya no damos con abundancia. Ahora es más importante tener riquezas que consciencia.
Ya no creemos en la religión porque, en tu nombre, se cometieron actos de lesa humanidad y ahora esa sangre de mujeres, hijos y hombres inocentes clama a ti desde la tierra. ¿Puedes escuchar la tierra gritar?
Ya no se muere por amor. Hace mucho el amor dejó de ser una convicción honesta y sincera.
Por eso me asusta tanto tener que escucharte de nuevo. Me sigue dando pavor que, por mi rebeldía, de castigo te lleves lo que un día como regalo me diste para educar y formar.
Por eso, cuando me preguntas si te amo, debo buscar en mis culpas y en todo lo que te he fallado, qué sacrificio debo hacer a cambio de mantener con vida mi tesoro más preciado.
Por eso me da tanta vergüenza tener que sentarme a hablar con vos a través de este fuego extraño (avodah zarah).
Y solo se me ocurre entregarte lo que más me pesa, lo que me cuesta dejar, lo que escondo ante los demás, lo que sabes que no puedo parar de hacer, lo que hace que esta conversación, indefinidas veces, se vuelva a tener, lo que me da vergüenza admitir, lo que no soy capaz de controlar, lo que representa mi propio infierno, lo que jamás consideraría como ofrenda digna, pero es lo único a lo que hoy tanto me aferro.
Así que, en señal de reconocimiento u obediencia a ti y para pedirte que jamás te apartes de mí, te entrego este toro como ofrenda y sacrificio.
—Tiro a la basura una cajetilla de 5 porros de la marca Lowell Farms.
Back to Top