El latino que no ha escuchado a Silvio es un apátrida y merece morir atragantado con hamburguesa, Coca-Cola, papas fritas y sopa de tomate en lata.
Merece ser aplastado por sus techos de madera importada, asfixiado por una pila de papel higiénico en medio de un gran supermercado.
Merece vivir con el sentimiento de no estar nunca saciado, hidratarse con Gatorade hasta que la glucosa rebose por sus venas.
Merece desahogar sus penas acumulando muebles, ollas, ropa, zapatos, electrodomésticos y relaciones pasajeras.
Merece ser publicista, ganar premios y dinero, creyendo que es todo un artista.
Merece morir por el nuevo iPhone, desperdiciar su dinero en cajas misteriosas de Amazon.
Merece creer que la USA ganó todas las guerras, merece creer que Cuba es libre, conforme y feliz.